Se sentían más jóvenes por cada día que pasaba. Se sentían más agiles y recuperaban las facultades de amarse cómo se fueran adolescentes. Sabían que el futuro les reservaba sensaciones para compartir en una vida gloriosa. Él con su obsesión por la escrita creativa y ella con la voluntad de abrazar un destino mayor, más precioso. Buscaban lugares distintos, hermosos y únicos donde besarse y descubrir abrazos con significados nuevos. Los encontraban mirando montañas no antes travesadas, campos con plantas de especies raras y playas asombradas por olas de agua acabada de pasar los múltiplos océanos en sentido contrario al movimiento de la Tierra. Se dejaban fijar los ojos en los ojos, mesclando el verde con el marrón profundo para conformar un color nunca antes visto bajo la envidia del sol.
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